miércoles, 12 de febrero de 2014

Relacionándonos con la “no ciudad”


Universidad de los Andes
Escuela de gobierno
Derecho a la ciudad
Profesora: Dra. Amy. E Ritterbursch
 
El pasado martes tuvimos la primera salida de campo y para mí ésta empezó realmente desde que salí de mi casa, pues me preguntaba una y otra vez ¿cómo sería?, si en teoría yo ya “conocía” el lugar por el cual caminaríamos. Este pensamiento cambió inmediatamente después de que me uní al grupo en las aguas, debido a que ya las personas se daban cuenta de que yo estaba ahí, o bueno de que todos estábamos ahí, pues era muy difícil pasar desapercibido entre los transeúntes con un grupo como el que teníamos.  Ése era el primer contraste, el grupo, pues definitivamente había algo diferente entre esas personas y el contexto en el que estaban y no precisamente por la ropa. A medida que íbamos haciendo nuestro recorrido ese contraste entre lo “gris” y lo “blanco” se iba haciendo más notorio.
Cuando llegamos a la plaza de los periodistas lo primero que olí fue marihuana y al buscar la fuente encontré a jóvenes, tal vez universitarios, que reunidos compartían un poco de esta. Mucho más adelante el olor volvió y esta vez la fuente había cambiado, era un señor “indigente” que no estaba reunido, estaba solo disfrutando de lo mismo que los primeros muchachos. La primera vez que la olí el juicio no fue tan duro, pues eran unos adolescentes parecidos a nosotros que al estar vinculados sobresalientemente en la ciudad, no tenían mucho de malo; en cambio, la segunda vez el juicio sí fue duro pues era un habitante de calle y obvio él tenía más razones negativas por las cuales hacerlo y tenía una desventaja que era no tener un hogar, una vivienda, ni una vida digna, por esto muchas personas lo desvinculan de sus realidades ignorándolo por completo.
Otro contraste fuerte que encontré durante el recorrido fue al ver a un señor parecido a tu papá, a mi papá, a tu tíos “bañarse” con el agua del eje ambiental, se los aseguro en ese momento sentí de todo menos desprecio o asco que es lo que sé que muchas personas “civilizadas” sienten; por el contrario sentí ganas de ayudarlo, de no dejarlo hacer eso, de inventarme alguna forma para que él al igual que yo y al igual que todos los estudiantes y directivos de la universidad de LOS ANDES pudiera tomar una ducha con agua limpia que le garantice sanidad. En ese momento vino a mí el sentimiento de impotencia y de rabia pues esa persona sufre terriblemente de desigualdad socio espacial y se le ha negado su derecho a la ciudad, y ya pareciera que con esas características no se pudiera hacer mucho por él.
Cuando íbamos llegando a la plaza vimos en una pared un mural titulado la ciudad de los derechos, en donde se resaltaban todos los derechos mínimos que deben tener las personas. Lo curioso es el lugar donde fue pintado. Un lugar lleno de desigualdad social, donde las personas no tienen vivienda, alimentación, donde existe prostitución y maltrato infantil y de mujeres grandes, donde las personas son calladas si se atreven a contradecir a los malos e insensibles del poder, donde no existe el acceso al transporte debido a que han sido excluidos de su ciudad, donde al parecer la única opción es cometer actos ilícitos para sobrevivir, donde nadie invierte ni un peso por cambiar ese negro panorama. Lo curioso también es que casi la mitad del muro fue tapado por un puesto de la policía que muchas veces está ahí para perjudicar al que está perjudicado y para amparar al que mucho tiene y que sin ningún tipo de ayuda está amparado. En conclusión, durante el recorrido no sólo se vio el contraste de de la desigualdad socio espacial, sino también se vio claramente quiénes “tenemos derecho a la ciudad” y quiénes han sido excluidos de este, y se vio la indiferencia y OLVIDO frente a actos de vulnerabilidad de los derechos fundamentales y no fundamentales por parte de unos miembros de autoridad pública. Hay mucho por hacer.

 


Estudiante: Adriana Giraldo Rujana

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