viernes, 25 de abril de 2014

Los dos centros



La avenida Jiménez de Quesada o simplemente Avenida Jiménez,  atraviesa el centro de la ciudad de Bogotá. Ésta nace en la Avenida Caracas y serpentea hasta llegar a Monserrate. En sus escasos kilómetros de recorrido, es testigo de las realidades antitéticas de nuestra Bogotá no tan humana, antes bien tan desigual.   
La Jiménez hacia el oriente contempla los centros de poder administrativo y judicial que se establecen a sus flancos, observa los centros de estudios para comunidades privilegiadas y se enriquece con  restaurantes, bares y centros de comercio. No obstante, la calle 13 (Avenida Jiménez) hacia el occidente de la ciudad, más allá de la décima,  cohabita con la resistencia y el aguante de la otra Bogotá.  De la ciudad que vive el día a día, aquella que subsiste, a veces, de aquel rebusque honesto: la “embolada”, las empanadas, el jugo de mandarina, las papelerías grandes y pequeñas, como también las demás tiendas ubicadas rodeando la plaza de San Victorino. A pesar de los negocios previamente mencionados, paralelamente está la ciudad que vive de la venta de droga, la prostitución y el hurto.
Los puntos de referencia y comparación entre las dos realidades tan contrarias, son escasos. Por un lado, en el oriente a las laderas de la cordillera, se encuentra la Universidad de los Andes, que habita en su capsula hermética e indiferente. Por otro lado,  la plaza de San Victorino que es inclusiva, abierta y receptiva. En el Espinosa si bien se ve el eventual trabajador informal y rebuscador, difiere en gran manera del parque de los periodistas, en donde se empieza a divisar y oler el cambio abrupto de la realidad bogotana. El olor a marihuana es tan natural en el parque de los periodistas, que pasar por ahí sin sentirlo, es tan insólito como encontrar un uniandino consciente de la realidad de este lugar.
 La plaza de San Victorino en su estado actual hace inverosímil tratar de recrear y ver las condiciones pasadas del mismo lugar unas décadas atrás, cuando empezaban a llegar los primeros desplazados víctimas del conflicto que ha desangrado a Colombia desde su independencia. El pasado de la plaza es uno lleno de historia y riquezas que son visibles sólo en las fachadas, ahora descuidadas de los edificios que añoran con vigor tiempos pasados. Este penoso decaimiento ¿a qué se debe? ¿Será todo culpa de nuestro conflicto violento? ¿Estará ligado a nuestro conflicto de derechos y oportunidades? 
En un país social y de derecho, estando en nuestra Constitución explícitamente los derechos de cada uno de los ciudadanos. Las oportunidades obviamente no son iguales para aquellos que nacen en el centro -el verdadero, el del poder- como para aquellos que nacen en el otro centro, el de los veinte millones de colombianos que todavía viven en la pobreza. Si bien las diferencias entre Los Andes y San Victorino son abismales, son tan sólo un reflejo de nuestra triste realidad colombiana.
Teniendo lo anterior en cuenta, es imposible evitar cuestionarse varias cosas ¿Es conveniente para las clases medias-altas evitar la mirada?¿Cómo se explican los habitantes de la calle? ¿Cuáles serán las mentiras que nos decimos para mirar hacia el otro lado? ¿Cómo convive la consciencia con la realidad? Las realidades paralelas que conviven en San Victorino lo hacen con grandes diferencias entre si. Por ende se encuentra que Bogotá no tiene un centro, sino dos o tal vez más, cada uno es un mundo diferente, con actores y espacios distintos.


 Daniel Peña 201318478

No hay comentarios:

Publicar un comentario