La
Otra cara de Bogotá
Bogotá,
capital de Colombia, se ha caracterizado por ser una de las 10 ciudades más
importantes de América Latina, además de ser el epicentro económico, cultural,
turístico de Colombia. Esta ciudad cuenta con una gran oferta a nivel cultural:
teatros –por ejemplo, en Bogotá se celebra el Festival Iberoamericano de
Teatro–, parques, bibliotecas, museos, pero ¿cuál es la otra cara de la ciudad?
El pasado 11 de febrero tuvimos la primera salida de campo, esta vez se dio
lugar en la Plazoleta principal del Barrio San Victorino en la Localidad Santa
Fe. El sector de San Victorino es una zona altamente comercial, sin embargo la
prostitución, la delincuencia, y sobre todo la pobreza y desigualdad son
elementos que integran este espacio público.
Después
de salir de la Universidad, a medida que fui caminando al punto de encuentro
–Las Aguas– el contraste era evidente, no obstante siempre lo he notado: la
Universidad de los Andes es reconocida y critica por ser una élite de todo el
país. Artículos, de los mismos estudiantes, han clasificado la Universidad como
“burbuji-Andes”, al encontrarme con toda la clase, nuestro recorrido se fue
dando por el eje ambiental. Bastó unos cuanto minutos para que la desigualdad
que vivimos en Bogotá se reflejara en habitantes de calle que deben tomar agua
poco potable del eje ambiental, además de las personas, que ha falta de una
vivienda y alimentación, la única salida que tienen es dormir en el piso.
Esta
realidad la percibo todos los días, realmente no la siento ajena a mí. Aunque nunca he tenido que vivir una
situación similar –ni en lo más mínimo– siempre me ha preocupado la inequidad
que existe, un ejemplo perfecto es en la zona que reside la Universidad, el
olor, el ambiente son distintos al estar dentro o fuera de ella. Retomando
nuestra salida campo, al llegar a la Mariposa me intrigó un poco por qué
algunos estudiantes decidieron quedarse con la profesora: yo estaba con un
compañero de la clase y le propuse dar la vuelta a la plazoleta, no obstante a llegar
al punto en que estaban confinados los habitantes de calle sentí miedo y llamé
a dos compañeros que iban caminando en frente de nosotros. Este miedo fue
causado por las palabras que escuchaba, tal vez por el olor o simplemente por
el aspecto, algo que me sorprendió ya que no suelo juzgar a las personas por
estos motivos, pero al sentirme alejada del grupo se despertó en mi un instinto
de “supervivencia” que me recomendaba no estar sola, o eso creo.
Pasamos
por un lugar en el que vendían comida, tenía hambre y quería entrar, sin
embargo por la ubicación en que estaba el local dudé si comprarme algo o no. Les
insistí y pregunté a mis compañeros si debía hacerlo, dimos una vuelta y mi
compañera dijo que me acompañaría a comer algo. Cuando entramos, pedimos algo
de comer, no me sentí cómoda estando ahí, desconfiaba de los ingredientes de lo
que comía, aunque fue interesante comer algo fuera de lo común –sin importar
que después tuviera malestar, realmente ¡pasó!–. Debido a esta parada para
comer, mis compañeros y yo nos demoramos unos minutos más de lo establecido
para volver con el grupo. Cuando estábamos regresando la persona que nos
encontró nos contó que algunos estudiantes habían sugerido decirle a la policía
del cuadrante que nos buscara, lo cual me pareció una exageración.
En
todo el recorrido me olvidé de mi celular, además de la inseguridad que siento
en sectores como estos, por mi cabeza buscaba la manera para que la
desigualdad, la inequidad y la pobreza se terminara que, siendo realistas, no
va suceder. Algunas personas comentan que ya se acostumbraron a ver este tipo
de cosas, que es “normal” ver mujeres y niñas en la prostitución, gente
pidiendo plata o niños lavando vidrios en el semáforo. Sin duda, la peor forma
de indiferencia es acostumbrarse en situaciones que generan indignación. Parece
que a los ciudadanos se nos olvida eso, que somos ciudadanos y tenemos derecho
a la ciudad, es decir a la educación, salud, vivienda y trabajo digno, por lo
menos. Históricamente, hemos marginado a grupos en situación de vulnerabilidad,
ya sea por ignorancia o por mantener el status quo: hacemos una división entre
“ellos” y “nosotros” lo que nos ha llevado a establecer diferencias marcadas y
a excluir a las personas que más necesitan de nuestra ayuda como sociedad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario