DERECHO A LA CIUDAD
TALLER I: CAMINANDO POR LA
CALLE DE LAS DESIGUALDADES
PROFESORA
A CARGO: Dra. Amy E. Ritterbusch
Laura Patricia
Mejía
En
nuestra primera salida de campo, realizamos un recorrido por las calles del Eje
Ambiental; el cual inicio en uno de los sectores más elitistas de la ciudad, La
Universidad de los Andes, en donde todo parece perfecto, es un sitio alejado de
la realidad del país, desde su infraestructura hasta las personas que ahí
conviven te hacen sentir en otro mundo, pero a medida que te alejas del
territorio universitario, te das cuenta de que la realidad es otra.
Sólo
a unas cuadras de la Universidad cambia el panorama, empieza a reinar la
pobreza, la indigencia, el trabajo informal, nos encontramos con todo de lo que
nos tratan de alejar los muros, los carnés y la vigilancia de Uniandes. Se
comienza a sentir tristeza, desolación, inconformismo y rabia en las calles, ya
la gente no vive en otro mundo sino en esta cruda y dura realidad que los
acompaña todos los días. Estos sentimientos son contagiosos y logran llenarte
no sólo de un profundo desconsuelo sino de una indignación que cala hasta los
huesos, ganas de cambiar el sistema, de acabar con las clases sociales que nos
dividen y privilegian sólo a unos pocos que nacieron con suerte, te das cuenta
que hay mucho por hacer y muy poco tiempo para lograrlo todo, pero creo que la
peor sensación es la impotencia de no saber qué hacer o por dónde empezar para
cambiar esta penosa realidad.
Las
diferencias son tan claras, que hasta los olores cambian, se empieza a oler
marihuana que es fumada por muchas personas que se reúnen en un parque que
sienten como suyo, tal vez para olvidarse un poco de lo vivido y poder pensar
en un mañana mejor. Pero este olor no
está solo, viene acompañado por el olor del eje ambiental y sus aguas no muy
limpias y que a pesar de eso sirven como baño y fuente de agua para beber de
habitantes de calle, en busca de un poco de la dignidad que las calles, las
drogas, la ciudad y sus ciudadanos les han quitado porque a veces se olvida que
también son seres humanos que necesitan sentirse limpios y saciar su sed, pero
que al no encontrar la mano amiga de un compañero, deben recurrir a las
contaminadas aguas que para muchos sólo adornan la ciudad.
Al
seguir bajando, nos damos cuenta que las desigualdades están más cerca de lo
que creemos y no aisladas en una montaña. Al lado de todo este paisaje urbano,
encontramos otro sector excluyente y ostentoso que nos recuerdan las brechas
que nos dividen tan impetuosamente, La Universidad del Rosario y Los
Ministerios, uno de ellos que tienen no sé si el descaro o la arrogancia de
llamarse de Justicia, cuando a sus puertas se cometen las más grandes
injusticias sociales con impunidad y total aceptación, me pregunto si la
justicia se olvidó del país y lo abandonó. Sin embargo, siempre hay algo que
nos devuelve un poco la esperanza, que nos muestra que en todo circo de
desigualdades, siempre hay alguien que le da voz a los que no la tienen y en
todo su esplendor encontramos un hermoso mural: “Ciudad de derechos”, un claro
acto de protesta contra el hambre, el maltrato, la muerte y todo el irrespeto
que los derechos fundamentales tienen por parte no sólo del gobierno sino
también de cada uno de nosotros con nuestra indiferencia.
Para
finalizar el recorrido, nuestro destino fue la Plaza de San Victorino, un
sector comercial muy concurrido de la ciudad pero que sus calles guardan fuertes
historias de vidas que en su mayoría son visibles para un transeúnte, pues no
solamente se ve la diferencia entre los grandes establecimientos y los
vendedores ambulantes que intentan ganarse la vida, sino también entre los
compradores que van de entrada por salida sin interesarse en la problemática
que hay detrás de ese lugar y las personas que viven ahí, los habitantes de
calle que encontraron un “refugio” o un “hogar” en medio de esa plaza. Además,
de todo esto, esta plaza en sus angostas y al parecer olvidadas calles, también
encierra desgarradoras historias invisibles para una sociedad egoísta e
indolente, me refiero a la prostitución de niños, niñas y adolescentes que se
practica de forma clandestina y sin mucho nombre, invisibiliza a estas víctimas
del infortunio de haber nacido en una ciudad donde el dinero vale más que los
sueños de los niños.
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